La organización ecologista Greenpeace advierte de que el cambio
climático podría matar a más de 180 millones de personas en África para
finales del siglo.
Efectivamente, las consecuencias del cambio climático pueden ser
devastadoras si no reducimos drásticamente la dependencia de los
combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero. De
hecho, los impactos del cambio climático ya son perceptibles y quedan
puestos en evidencia por datos como:
El aumento de la temperatura global en 2016 fue de 1,1 grados
centígrados, el mayor de la historia de la humanidad.
La subida del nivel del mar.
El progresivo deshielo de las masas glaciares, como el Ártico.
Pero hoy también estamos viendo los impactos económicos y sociales, que
serán cada vez más graves, como:
Daños en las cosechas y en la producción alimentaria.
Las sequías.
Los riesgos en la salud.
Los fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas y huracanes.
En los peores escenarios probables que los expertos reflejan, el aumento
de temperatura podría llegar a los 4,8 ºC para final de siglo. El cambio
climático es un problema global que alcanza una perspectiva ambiental,
política, económica y social en la que las peores previsiones también
implican enormes pérdidas económicas. Y es que cuanto más tardemos en
actuar, mucho más elevadas serán las inversiones para la adaptación al
aumento de la temperatura.
Todavía en 2016, el 85% de la energía usada en España provenía de
combustibles fósiles o energía nuclear. De hecho, España, junto con
otros cinco países de la Unión Europea, acumulan alrededor del 70% de
todos los gases de efecto invernadero del continente.
Por si eso fuera poco, la última reforma del sector eléctrico frena las
energías renovables, penaliza el autoconsumo energético y fomenta
energías sucias, como la extracción de petróleo y el fracking, un
sistema altamente contaminante que permite extraer gas o petróleo
fracturando el subsuelo.
Fuente: Greenpeace.
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