Imagen: Peine del viento. Turismo vasco |
Las condiciones climáticas tienen una influencia muy importante en la
corrosión de los metales.
La temperatura del aire ocasiona efectos antagónicos en la corrosión
atmosférica. Por un lado, hay que considerar que un aumento de la
temperatura acelera las velocidades de los diversos procesos físicos y
químicos involucrados en la corrosión metálica: reacciones químicas y
electroquímicas y procesos de difusión. Sin embargo, un aumento de la
temperatura también conduce a velocidades más altas de desorción de la
película acuosa, reduciendo, por tanto, el tiempo de humectación de la
superficie metálica.
Un aumento de la temperatura reduce, asimismo, la solubilidad de los
gases en la película de humedad y, por tanto, del contenido de oxígeno
disuelto, fundamental para el desarrollo del proceso catódico en el
mecanismo de corrosión electroquímica de los metales en la atmósfera. El
efecto resultante de un aumento de la temperatura suele ser un
incremento de la velocidad de corrosión bajo condiciones de humectación
permanente de la superficie metálica, tales como las que ocurren durante
la precipitación.
Sin embargo, bajo condiciones de humectación variable, la velocidad de
corrosión aumenta con la temperatura hasta un cierto valor máximo y,
posteriormente, decrece.
Debido a la presencia de constituyentes gaseosos de la atmósfera
disueltos en la capa de humedad, el punto de congelación de la capa
líquida desciende por debajo de 0°C, de tal modo que se tienen
velocidades significativas de corrosión a -5°C. A más bajas temperaturas
del aire (por debajo de -5°C) el agua se presenta, por lo general, en
estado sólido, dificultándose su actuación como electrólito de
transporte.
Son diversas las fuentes que motivan la presencia de cloruros en la
atmósfera, siendo la actividad industrial (origen antropogénico) y el
agua de mar (origen natural) las más importantes.
El depósito de partículas salinas sobre la superficie metálica acelera
su corrosión, sobre todo si, como en el caso de los cloruros, pueden dar
lugar a productos de corrosión solubles en lugar de los escasamente
solubles que se forman en agua pura. Por otro lado, los cloruros,
disueltos en la capa de humedad, elevan considerablemente la
conductividad de la película del electrólito sobre el metal y colaboran
en la desestabilización de eventuales películas pasivantes.
Para que el ion cloruro acelere la corrosión es necesario que la
superficie metálica esté humedecida.
El valor de HR, a partir del cual la sal comienza a absorber agua de la
atmósfera (higroscopicidad), parece ser crítico desde el punto de vista
de la corrosión.
Ambler y Bain comprobaron que la humedad del 78 %, que es la de
equilibrio con una solución saturada de NaCl, coincidía con una fuerte
aceleración de la corrosión del acero al carbono.
La salinidad de las atmósferas marinas varía dentro de muy amplios
límites, desde valores extremos, en áreas de aguas muy agitadas
(rompientes), a valores bajos en zonas de agua de mar en calma. Entre
las variables con influencia en la salinidad atmosférica destacan.
Régimen de vientos dominantes (dirección y velocidad), distancia a la
costa, topografía de la zona, altitud, densidad rocosa costera,
morfología de las olas, temperatura del agua de mar, etc.
Fuente: UPV
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