La corrosión es un fenómeno de enorme gravedad para las infraestructuras
expuestas a los ambientes químicamente activos; tanto es así que
actualmente se invierten enormes sumas de dinero, no solo en
mantenimiento y protección, sino también en la investigación de nuevos
métodos para reducirla.
Cuando los metales se encuentran en medios de difícil protección
superficial, como es el caso de los ejes de motores de barcos, se suelen
emplear ánodos de sacrificio.
Los ánodos de sacrificio son piezas metálicas que al acoplarlas a la
instalación ceden electrones al medio, sacrificándose así mismas en
beneficio del sistema, provocando su propia autocorrosión en beneficio
de la parte metálica que se desea proteger.
No obstante, el sistema no impide que se deban utilizar medios básicos
de protección superficial, tales como los inhibidores de corrosión.
Los inhibidores de corrosión tradicionales actúan siempre depositándose
sobre la superficie metálica. De esta forma se intenta conseguir que
exista una barrera para que no puedan circular libremente los electrones
entre el ánodo y el cátodo, y no se forme el par galvánico. Los
inhibidores de corrosión que se utilizan precipitan formando capas
aislantes sobre las tuberías, intercambiadores, etc. Los Inhibidores
tradicionales más empleados son: Aceites solubles, Aminas y sustancias
orgánicas.
Se basan en la formación de barreras protectoras para prevenir el
contacto del agua con las superficies metálicas. Estos materiales se
utilizan directamente del contenedor sin la necesidad de diluirlo o
prepararlos para su uso. Para piezas que necesitan una protección a
largo plazo (meses hasta años) o aquellos almacenados en condiciones
ambientales severas, por ejemplo almacenamiento al aire libre, se
prefieren los inhibidores de base aceite debido a su película pesada y
sus propiedades de rechazar el agua.
Empleo de inhibidores de corrosión inorgánicos
Se trata de utilizar sales que forman una película en el interior del
conducto, neutralizando las sales disueltas en el agua e impidiendo su
incrustación. Se suele utilizar sal de molibdeno mezclado con nitritos o
fosfatos. Son útiles para circuitos de refrigeración, pero no
recomendados para circuitos de calefacción o térmicos solares dado que
la temperatura dificulta la formación de la película protectora en el
metal. Además, dicho film, disminuye las propiedades caloportadoras del
fluido.
Empleo de inhibidores de corrosión orgánicos
Son compuestos del grupo de los ácidos carboxílicos, que, combinados con
sales orgánicas inhiben la migración iónica no permitiendo que se
traslade al metal más débil, por tanto, retrasando efectivamente la
corrosión sin perjudicar las propiedades caloportadoras del fluido. A
día de hoy, es el método más efectivo para circuitos donde el fluido
circule a temperaturas mayores de 20ºC.
Las investigaciones más recientes están centradas en el desarrollo de
inhibidores de corrosión no tóxicos y compatibles con el medio
ambiente, absorbiendo una importante dedicación en el campo de la
ciencia y tecnología de la corrosión.
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