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Corrosión inducida por acidificación volcánica

 

Imagen: Estrómboli en erupción

 

Imagen: CSIC

La corrosividad inducida por la actividad volcánica es un hecho bien conocido en la actualidad. A lo largo de la historia de la Tierra, erupciones volcánicas de grandes magnitudes han provocado efectos invernadero que han dado lugar a glaciaciones, acidificación de los océanos, desaparición de especies y destrucción de vida orgánica. Este tipo de circunstancias agresivas para la supervivencia de las especies,  tiende de forma igualmente natural a lograr un equilibrio ambiental que restituye dichos efectos nocivos, para que finalmente predomine la vida sobre el planeta en todo su esplendor y diversidad.

 

En la época actual es el hombre el que está liberando gases nocivos a la atmósfera, del mismo o similar efecto, los cuales, aunque en mucha menor proporción histórica, no por ello dejan de ser preocupantes.

 

Según los trabajos de investigación realizados a lo largo y ancho del planeta, entre los que cabe destacar el estudio publicado en la revista Science por el Departamento de Ecología Global de la Institución Carnegie, y de la Universidad de Hawaii, los océanos ya han absorbido alrededor del 40 por ciento del dióxido de carbono que el hombre generó en los dos últimos siglos.

 

Paradójicamente, el hecho de que los océanos absorban el excedente de CO2 liberado a la atmósfera ha desacelerado el calentamiento global a lo largo del tiempo, pero los daños causados al medio marino son muy graves, porque los gases procedentes de las emisiones procedentes del petróleo: CO2, SO2, NOx….al disolverse en el agua producen la acidificación y aumento de su corrosividad. De todos ellos, el más relevante por su mayor proporción es el CO2, por su disociación con el agua en ácido carbónico.

 

Según los científicos, además de aumentar la agresión por corrosividad de los equipamientos e infraestructuras tecnológicas, también puede causar graves daños a los organismos marinos, como los corales y el plancton, debido a que frustran el proceso de calcificación necesario para el desarrollo de sus estructuras calcáreas.

 

De hecho ya existen estudios que determinan que los caparazones de los caracoles marinos que viven alrededor de la Antártida han empezado a disolverse debido a la acidificación del agua. Estos animales son la base alimentaria de varias especies de aves y peces y juegan un importante papel en el ciclo del carbono oceánico.

 

El hecho fue descubierto en una campaña internacional en 2008 en la que estaban implicadas varias instituciones. Los científicos apreciaron una severa disolución de las conchas de los caracoles investigados, según un trabajo publicado en la revista Nature Geocience.

 

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