De todos los metales utilizados en la actualidad, especialmente en la
construcción, uno de los más resistentes a la corrosión climática es
el aluminio.
Entre las principales propiedades del aluminio como elemento, cabe
destacar su excelente resistencia a la corrosión. No obstante, el uso
del aluminio puro es muy limitado por su baja resistencia mecánica. Esto
ha originado el desarrollo de una gran variedad de aleaciones.
La película de óxido formada sobre su superficie permite que con el
tiempo su velocidad de corrosión disminuya, incluso en atmósferas
industriales muy contaminadas o en ambiente marino. Sin embargo, cuando
el aluminio se encuentra en contacto con otros metales, especialmente en
atmósfera salina puede sufrir corrosión galvánica y consecuente
deterioro por picaduras.
El comportamiento presentado por el aluminio en presencia de sales de
NaCl corresponde al de un metal en cuya superficie se forma y se
estabiliza una película protectora. La causa fundamental de la corrosión
por picaduras se atribuye a la rotura localizada de la película pasiva
formada, lo que produce una disolución del material.
Por esto, la resistencia a la corrosión por picaduras estaría
determinada por la estabilidad electroquímica de la película y por su
capacidad para regenerarse en el medio agresivo.
Estudios realizados para examinar la influencia de algunos parámetros
atmosféricos sobre la formación y crecimiento de picaduras, durante la
corrosión del aluminio, han demostrado que la densidad de picaduras
aumenta linealmente con el tiempo de exposición, especialmente en
atmósferas contaminadas con sustancias que contienen azufre y cloruros,
como es el caso de las atmósferas urbana y marina.
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