Los metales situados a la intemperie sufren procesos corrosivos
derivados de ambientes químicamente activos propios del lugar en que se
encuentran, siendo necesario emplear recubrimientos específicos para
lograr la debida protección, en función de los riesgos climáticos
existentes en el entorno habitual.
El mayor problema sobreviene cuando los metales cambian de lugar,
sometiéndose a la acción de la intemperie bajo diversos climas extremos,
tales como ambientes corrosivos industriales, urbanos, marinos, etc.,
lluvia, salpicaduras de agua y sal en las carreteras, variaciones
térmicas, etc. Es el caso de los automóviles; y en particular de los
metales empleados en automoción. Veamos algunos ejemplos:
Corrosión en la carrocería
Cuando los revestimientos no son correctos, o existen daños
superficiales no cuidados, a veces se forma óxido en la parte inferior,
la zona más expuesta a los climas extremos, la contaminación ambiental y
la suciedad.
Frenos con óxido
En ocasiones se oxidan partes metálicas del sistema de frenado, lo que
puede deteriorar el sistema o producir fugas de líquido. Están
preparadas para que no ocurra nunca en la vida del coche. Para
detectarlo es necesario observar los bajos del coche y, si hay fugas,
comprobando si desciende el nivel del líquido de frenos (se encenderá el
testigo en el cuadro de mandos) o si se detectan manchas donde está
aparcado.
Los discos de freno son piezas de acero que van unidas a la rueda
mediante la mangueta. Cuando se pisa el pedal del freno, la pastilla
roza contra él y se reduce la velocidad. Su duración depende del tipo de
conducción y del coche, pero es de unos 100.000 km. A partir de ahí
pueden deformarse (se nota porque el volante vibra mucho al frenar) u
oxidarse, por la zona en la que van unidos a la rueda (se aprecia si se
desmonta el neumático).
Si partimos de la base de la obligatoriedad de que los fabricantes de
automóviles deberían emplear los recubrimientos adecuados, la corrosión
no debería aparecer, salvo en vehículos muy viejos, pero
desgraciadamente, aunque parezca mentira, hasta las grandes marcas, a
veces, tienen fallos de calidad que pueden derivar en problemas de
corrosión prematura.
De todo ello son testigos las noticias repetidas sistemáticamente por
casi todos los fabricantes de automóviles que hacen llamadas a revisión
de vehículos afectados por corrosión.
Por ejemplo la noticia difundida por Euro News, relativa a la
Indemnización multimillonaria de Toyota por el escándalo de la corrosión
en algunos de sus vehículos.
Aunque la condena deberá ser ratificada por un juez de Los Ángeles, la
firma japonesa deberá desembolsar más de 3.100 millones de euros para
indemnizar a 1,5 millones de propietarios estadounidenses que compraron
vehículos afectados por corrosión entre los años 2005 y 2010,
particularmente las camionetas Tacoma y Tundra y los todoterrenos
Sequoia.
El litigio ha sido provocado por las demandas de asociaciones de
propietarios de los estados de Arkansas y California, los cuales
denunciaron la existencia prematura de corrosión en las carrocerías
metálicas de los vehículos.
U otra relativa a la firma Mitsubishi, a través de la cual, la
Administración Nacional para la Seguridad en Carretera de Estados Unidos
(NHTSA), acaba de publicar una llamada a revisión que afecta a 200.000
Mitsubishi en el país, debida a un defecto en el sistema del
limpiaparabrisas que produce que aparezcan signos de corrosión. En casos
extremos, el agua, al parecer, se podría filtrar entre el capó del coche
y el parabrisas, ocasionando de esta forma que aparezca óxido en varios
componentes internos, lo que con el paso del tiempo podría acabar
provocando que los sistemas implicados dejaran de estar operativos, con
el consiguiente riesgo que esto conlleva.
Todo ello, no es más que una muestra de la importancia del control de
calidad en este sector tan sensible a las inclemencias del tiempo y que
tantos riesgos acarrea a la población.
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