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El ingeniero que alerto a NASA de que el Challenger iba a explotar

 

Imagen: Howard Berkes/NPR

Bob Ebeling es el último ingeniero vivo del equipo atormentado de por vida por un remordimiento inmerecido que ha decidido finalmente relatar a sus 89 años su responsabilidad en el intento de evitar la explosión del Challenger y la consecuente muerte trágica de los desafortunados astronautas que en él viajaban.

 

El equipo de Ebeling, trabajaba en la compañía Morton Thiokol subcontratada por la NASA,  había ensayado a escala de laboratorio el comportamiento criogénico de las juntas de estanqueidad de los tranques, comprobando algo tan elemental como que todos los derivados del caucho, cuando son sometidos a las ultra bajas temperaturas, (existentes de por sí en el espacio y agravadas por la climatología adversa), pierden su elasticidad, se vuelven rígidos y quebradizos y pierden la hermeticidad, tal como sucedió con los tanques de combustible de la nave, provocando la consecuente fuga y la fatal explosión. 

 

Es por ello que este tipo de juntas, para que conserven sus propiedades estancas han de ser calentadas, cuestión que se resuelve, simplemente instalando en su interior una resistencia eléctrica automatizada que calefacta de forma automática la junta, lo cual garantiza su elasticidad en las condiciones más extremas, (incluso cerca del cero absoluto), cuestión que se ensaya con helio líquido en condiciones de alto vacío.

 

Dada la agravante climática del componente criogénico aditivo, ellos sabían que la desgracia se iba a producir si no se suspendía el lanzamiento, y así lo pusieron en conocimiento de la NASA, pero los responsables del Challenger hicieron caso omiso negándose al aplazamiento. Ellos insistieron, diciendo “va a explotar”, pero quizás no con la suficiente contundencia que Bob cree que debieron esgrimir, cuestión que les generó un enorme sentimiento de culpabilidad y una grave depresión a lo largo de toda su vida.

 

Tras el accidente, la noticia transcendió a la prensa de la mano del periodista Howard Berkes, de la emisora de radio NPR, el cual intentó entrevistar a Ebeling, pero el ingeniero se negó porque no deseaba tener notoriedad en un asunto tan doloroso e irreversible. ¿Qué iban a ganar con ello?

 

El día del lanzamiento, Bob Ebeling y sus colegas estaban frente a las pantallas de televisión diciéndose “va a explotar”, cuestión que sucedió exactamente 73 segundos después de la cuenta atrás, provocando la consternación del mundo científico y la suspensión del proyecto por parte de la NASA.

 

Al final de su vida, todavía con los ojos en lagrimas, Bob se desahoga diciendo: "Si los ejecutivos de la NASA presentes en aquella reunión extraordinaria en que avisamos del riesgo de explosión, me hubieran hecho caso, se hubiera evitado la tragedia”. Fue tal el trauma sufrido, que tras el accidente Bob se retiró totalmente del ejercicio de su profesión.

 

Consciente del sufrimiento de este equipo de honestos ingenieros, el director de ingeniería de la NASA George Hardy, que tomó la decisión de no posponer el lanzamiento, escribió una carta a Bob Ebeling en la que decía:

"Usted y su equipo hicieron todo cuanto podían hacer para evitar el desastre. La decisión de no aplazar el lanzamiento fue exclusivamente de los responsables de la NASA. Ustedes no deben torturarse con sentimientos de culpabilidad. Rezo por su salud física y emocional. Que Dios les bendiga".

 

Aunque no era más que una carta, por lo menos alivió en parte la carga de culpabilidad de este equipo de ingenieros que intentó evitar la catástrofe.

 

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